domingo, 4 de mayo de 2008

fragmento

Si no te gusta, no te preocupes. No fue escrito para ti.
Cuando era niña, mi mejor amigo se llamaba Luís Arturo. Mis papás eran sus padrinos y tenían una larga amistad con sus padres. Luís Arturo y yo jugábamos por horas en su cuarto. Empotrábamos la puerta. Nos quitábamos los pantalones y después, me besaba el culo y yo a él. Más que besos, trompetillas. Le gustaba ver mi vagina y tocarla. El juego empezaba siempre con frases parecidas a ¿quieres ver el lunar que tengo en el pilín? o simplemente, vamos a jugar en mi cuarto sin mi hermana. Todos los sábados en la mañana, mi papá y el suyo jugaban fútbol. A veces los acompañábamos e íbamos a desayunar después. Una mañana, nos encerramos en el carro y mientras Luís Arturo me mostraba su lunar, llegó mi padre. Abrió la puerta y de un jalón de orejas me sacó del carro y gritando repetía, ¿cómo puedes avergonzarme así? Mamá se enteró, me sentó en la cama y solemne, murmuró, le dices a Luís Arturo que si te toca otra vez, le quemaré las manos. Por supuesto, fui a contarle. Imposible olvidar su cara. Dejé de verlo y de desayunar los sábados después del fútbol. Al entrar a tercero de primaria volví a jugar con mis nuevos amigos todo lo que aprendí con Luís Arturo. La diferencia es que ellos eran tres. Fabián, Zadok, y Alan. Alan era un niño cualquiera y oficialmente era mi novio. En esa escuela había alberca y las duchas, para diversión de todos, eran mixtas. Una tarde después de nadar, encontré a Alan solo bañándose. Así que decidí desnudarme y decirle que quería hacerle el amor. ¡Qué absurda! Él, tembloroso, se acercó y vistiéndome de nuevo, intentaba convencerme de que eso no estaba bien y lastimoso decía, yo te quiero. Pobre niño. Después de eso, nuestra relación no fue la misma, estaba demasiado asustado y dimos por terminada la relación. En secundaria las ideas del lesbianismo me comenzaron a agobiar, no tenía con quien platicar abiertamente sobre el tema. Así que opté por el alcohol y encerrarme con cuatro amigos a masturbarnos en la casa, cada quien en un cuarto, por supuesto. Todo iba bien hasta que un día en mi puberta borrachera, metí una manguera a mi casa hasta inundarla. La oleada arrastró esta historia a la ciudad de Monterrey, donde me mandaron a vivir con mi abuela. Caí en una decrepita casa donde el numero de gatos, ratas y cucarachas superaba por 1000 a los habitantes, contando a mi tía casada con un gabacho de lo más insípido y sin hijos, más otra tía soltera y cuarentona posiblemente lesbiana o incestuosa. En pocas palabras, personas que no tenían idea de cómo educarme. La libertad y el dinero me orillaron a la cocaína. Lo digo sin reproche. Adoré mis años dorados en los que conocí a mi primera novia. Ella me gustó porque le gustaba Nirvana y desde que lo supe, el amor floreció. Ella, igual que Luís Arturo, tenia sus claves cuando quería ir a jugar. ¿Quieres ver las cortinas azules que tengo en mi cuarto? Mis amigos, mi novia y la nueva familia, me hacían feliz. Pero nada fue suficiente como para quitarme lo loca. Se me ocurrió robarme un carro. Malísima idea porque no sabía cómo hacerlo y acabe en el bote. Saliendo de ahí, amablemente fui recibida con un boleto sencillo hacia mi ciudad natal. Entrando a la prepa, conocí a mi segunda novia. La chica mas chichona de la prepa y un poco jorobada. Experimenté con ella mi lado activo. Por meterle los dedos todo el día, olvidé ir a la escuela y me corrieron. Los siguientes años no tienen relevancia, hasta que conocí a la maestra Paola, quien daba clases en la prepa abierta de mi mejor amiga. Fue amor a primera vista, sin exagerar. Estaba casada y con una niña de tres años. Con ella aprendí el amor, la tortura, y la desgracia. Cuando cortamos, yo juraba que nunca iba a encontrar a alguien que me hiciera sentir como ella. Su ausencia ha sido autora de cientos de historias que he escrito en este blog. Se dice que un clavo saca a otro clavo. Lo intenté y el hoyo se hizo mas grande. La nueva chica con la que comencé a salir resultó ser una puta ejecutiva. Claro, yo me entere tres meses después de cortar con ella y pasé una semana vomitando mientras me entregaban los análisis. Hablar de ella, sólo me produce malos recuerdos y a veces, nauseas. No hay nada peor que ser una victima de la vida. Lo que es cierto, es que me han visto repetidamente la cara de pendeja. Mi ultima relacion fue larga, es lo unico que puedo decir. Ya que ella me prohibio hablar de ella, me parece triste que no entienda que es mi unica manera de retenerla, y veeme, sigo escribiendole...a veces me parece inevitable

1 comentario:

RoMina dijo...

wouuu me gusta la narrativa que utilizas al poner énfasis en el "absurdo" y el sarcasmo" como parte elemental... pa todo sin dudasss