martes, 8 de septiembre de 2009

El gusto

Me gustan las palabras que se escriben con “ch”, así como las figuras que se hacen con taches.Me gusta el trip-hop, el tango y danzon, bailar quebradita y de vez en cuando un rock and roll. Adoro estirar mi espalda y hacer tanto ruido como una matraca, también me gustan los tacos de guisado y canasta. El arroz, el huevo, la crema y el queso, son para mi los mejores comienzos de ciertas tardes que de lluvia disfruto. Siempre y cuando tenga un cigarro y café cargado a mi gusto. La vida me mantiene un tanto asombrada y para durar mucho más, tomó agua y preparo ensalada. Fumo como loca y deberían de atarme para no fumar tanto, pero ya decidí que hasta que no suba el i.v.a. a más del veinte y cinco por ciento seguiré manteniendo a mi pulmón descontento. Me gusta comprar ropa de intensos colores, uso boxers estampados con caricaturas y no uso calzones. En las noches de entre semana, después de jornadas amargas, veo series policíacas de Tv. por paga. Me quito los tenis, me recuesto en la cama y acaricio a mi perra mientras me muerde la manga. Cocino seguido, hervir las verduras me resulta entretenido; las porciones de sal se me olvidan de pronto y tener un ataque cardiaco lo incluiré en mi pronostico. Me divierte editar videos y jugar con photoshop; estar en Internet se ha vuelto una obsesión. Amo salir andar en bici y correr el riesgo de ser atropellada o quedar atrapada en un bache y acabar en el suelo como empaque de mostaza. Me encanta dormir con mi novia y despertar de madrugada para ver su cara tranquila y en su defecto, hinchada. Admiro a las plantas de diferentes colores con el mismo respeto que a los señores que hacen bombones. Me gustan los animales y en general, me considero amante de la naturaleza; aunque nunca recicle y ser vegetariano me parezca una bajeza. Guardo gran aprecio por todo tipo de herramientas desde el más fino cincel hasta una motosierra. Me gusta manejar de noche con imprudente rapidez, aprovechando que no hay trafico ni policías a la vez. Las curvas largas de carretera me relajan; en tiempos mozos, solía fumarme un porro de camino a las montañas. Observo el cine con exquisita fascinación y me rompe el hígado los malos filmes de cuantiosa producción. Aborrezco la pobreza y sus causas de ambiciosa infamia, las noticias me deprimen igual que los políticos de baratas mañas. Odio la cebolla casi igual que a la gente pretenciosa, también a las mujeres que usan ropa pegada cuando tienen cuerpo de osa. Hablando de mujeres, me repugnan las que se dejan la barba; es más desagradable que un hombre con pelos en la espalda. No soporto los eufemismos ni las conversaciones paranoicas, tampoco a los izquierdistas que fuman mota y beben coca-cola. Mi madre me desespera en sus intentos de casarse, debería comprarse un perro y parar de quejarse. A veces siento que yo y la bilis pudiéramos haber sido buenas hermanas, la intolerancia en mi persona es el defecto que más emana. Por último, haré reproche a la iglesia para que no falte mención; si la gente creyera en Dios tendría más entereza y menos problemas de adicción.