miércoles, 24 de diciembre de 2008

Reflexiones pre-navideñas

Las primeras horas del 2008, me encontraba en Monterrey rodeada de ingenieros-vaqueros aventando cohetes; (con el pavor que les tengo a los regios y los cohetes-cuetes) mi corazón recién destrozado se tardó un año en darse cuenta que era una idiota sin autoestima. La relación mas larga y tortuosa que había vivido, acababa ese día. Y en definitiva, no me encontraba celebrándolo.

Llegué al D.F.

En esos entonces, vivía en una cabaña; llamada así, amablemente, por mis amigos. Era un cuarto de azotea, con techo de lamina adornado con goteras y malos intentos de silicón para acabar con ellas. De seis metros por tres, había ingeniosamente logrado hacerme de una casa, taller y burdel. Compartía el baño con mi mejor amigo de la escuela (cuando estudiaba cine) y un gay cuarentón de lo más solitario. Él muy maricón solía pasarse los domingos tomando el sol en la azotea; vestía bermudas floreadas y un sombrero de paja con un girasol sintético enorme.

Estaba escribiendo una obra de teatro que era un collage de reminiscencias de viejos cuentos, alternadas con mis clases de guión. El día que presentamos la obra para recaudar fondos y poder filmar unos cortos, mi dedo se soltó en el teclado y empezó la canción de la segunda escena en medio del dialogo de la primera. Invertí tres mil pesos para la escenografía y el audio, sólo recaudamos seis cientos y decidí nunca más inmiscuirme en el medio teatrero.

En la fiesta del FICCO, conocí a Natassja y a Irene, después me fui a dormir a mi casa tranquilamente sin pensar que ese día iba a cambiar mi vida. Natassja me propuso que trabajara con ella para escribir el guión de una serie llamada “Miércoles”. Comencé a frecuentar su casa y a chatear con Irene todas las tardes, incluso una vez, tuvimos cyber-sexo.

Tiempo después, nos invitaron a filmar una película en Guanajuato en donde la que se presumía como productora, era amiga de ellas. Nos emborrachamos tanto en el camino que ya no pudimos asistir al rodaje y pernoctamos en casa de la chica, llamada Marianna.

Me acosté con ella y al día siguiente, regresamos a la ciudad. A la semana, ella vino y se hospedo en mi casa hasta que se le hizo particularmente sucia e insufrible.

Estaba enamorada platónicamente de Irene, conciliaba un amor fraternal con Natassja y me acostaba con Marianna.

Marianna se llevó a Irene para que vivieran felices por siempre en Guanajuato, dejándonos solas a Natassja y a mí. Al poco tiempo me mudé con Natassja a un departamento en la colonia Juarez y en menos de un mes me robaron tres veces. El último hurto que sufro mensualmente, es tener que pagar una pensión bastante cara para evitar los parquímetros.

Natassja se cogía de vez en cuando a una chica llamada Natalia, psicóloga de profesión, borracha por hobbie. La niña comenzó a gustarme hasta que derepente tenía unas ganas irremediables de tirarmela. Aunque la moral me golpeaba el libido constantemente, no dejaba de incluirla en mis fantasías sexuales.

Trabajé haciendo comerciales y en el último que participe, se me olvidó incluir en los “propps” un estetoscopio para un promo de Afrinex. Error con el cual me quedé sin paga, más la amenaza de ser madreada por mi jefa. Saliendo del set, con el animo por los suelos y sin los pesos que tanto necesitaba y había trabajado. Fui a tomarme unas fotos en las casetitas esas, afuera del Wall-Mart. Con la cara que cargaba, se convirtió en la imagen oficial para mi credencial de “La Esmeralda”; un día que jamás olvidaré.

Comencé el primer semestre con la emoción de un puberto. A mi mejor amiga le gustaba Natalia y eso sí que no lo podía permitir. Saliendo de una fiesta, fuera de todo prejuicio moral, me fajonie con Natalia afuera de su casa y desde ese día la supuse mi novia. Mi mejor amiga de puta no me bajo, aparte de ser la más terrible roba-novias del mundo. Natassja de vez en cuando mostraba receló, nada grave, ya que ella estaba saliendo con otra chica.

Natalia y yo, desbordamos un frenesí rápidamente. Visitas constantes y cursilerías yendo y viniendo a diario. -Creo que subí más de tres kilos, con sus tantos dulces besos repartidos (según yo, así va la canción)- En serio, creo que subí hasta seis y estoy a dos de ser obesa. Una gorda feliz, sin duda; pero siempre será bochornoso el que me agache y se me suba la blusa. Fuera de agitarme por escalar los dos pisos que me llevan hasta mi departamento, espero que todavía el exceso no se interponga en mi desempeño sexual. Según mi novia hasta por estar gorda, ronco. Cuando dormimos juntas, ella espera a que me una con Morfeo para huir silenciosamente a la sala y encontrar la paz. En lo personal, nunca me he oído roncar pero siento un injusto rechazo por un ruido que involuntariamente produzco.

La conclusión del día de hoy es que el sonido probablemente si podría ser exagerado. Ya que sin darme cuenta, me quedé dormida en medio del balneario y al despertar, la gente a mi alrededor reía sin reserva. Mi mamá me despertó de la pena que le causaba mi orquesta onírica. Yo sólo le reproche molesta, que ruidosa o no, me encontraba reposando muy a gusto.

Pasando a otras cosas, cierro el año amando a mi novia, con buenos amigos en mi vida y con una madre que a pesar de todo me quiere.

Para ser sincera, me encuentro a altas horas de la madrugada escribiendo a causa de la indigestión. Mia culpa, me serví dos raciones de spaghetti, receta familiar navideña. Mi madre antes de embutirme el segundo plato, me advirtió: ¡no comas, no vas a poder dormir! Y yo ligera le dije -¿y que? Sólo lo haces una vez al año, tengo todo el derecho-

Obvio, mi propósito de año nuevo es la dieta. Dado que estamos a 23, gozo de siete días hábiles para atragantarme. Noticias de cómo me fue en mi nueva meta: favor de buscar en el blog de enero.

domingo, 21 de diciembre de 2008

El farol de su puerta

El azar dijo: -Aquí está, enamórate y pierde-

Voltee a verla y dudé, se acerco a mí lentamente. Tocó mi frente, supo que sudaría antes de que comenzara hacerlo. Fuimos a su casa, había un parque enfrente. Antes de bajarse del carro, produjo una mueca. Su mirada fija hizo que temblaran mis brazos. Tenía frío y ella se me iba.

Con cara de decepción, musitó: -Es una lástima que esto acabe antes de empezar…y ni siquiera me has besado-

-cierto- le dije, sin querer hacer notar la pena que me producía.

Subí el volumen de la música, baje del auto. Esperé a que ella diera la vuelta y llegará hasta a mí. ¿Quieres bailar? La tomé de la mano, fue la primera vez que la hice mía.

Besé su cuello para llegar a su boca, una vez ahí, no pude parar. La empujé hacia el carro y coloqué mi pierna entre las suyas para frotar con fuerza su vagina.

Desde ese día, no he podido soltarla. Desde ese día, no ha dejado que lo haga.

El destino dijo: - Aquí está, enamórate y pierde-

Más que perder, subí unos kilos. Le gusta comer en lugares fancy y pedir “combos” en el cine. Los fines de semana nos dedicamos a dormir, coger y comer.

Le gusta embriagarse y después de la fiesta, me da por llorar como esposa abandonada. Ella promete entre lagrimas que no lo volverá hacer y cumple su promesa toda la semana hasta que llega el viernes. Pasa así, todas las semanas.

Como sea, lleva mucho tiempo haciéndome feliz y en algún momento tiene que desahogarse. La entiendo, aunque la mire con reproche cuando zigzaguea por las banquetas en la madrugada.

miércoles, 3 de diciembre de 2008