sábado, 3 de mayo de 2008

mujer y tinta

Mi vida se fugó al escribirte, en un fútil e ingenuo intento por retenerte. Recuerdo nítidamente, creo, los días de desvelo que di cara a la computadora, tratando de describirte. Tener un poco de ti en mí, suficiente.
Fueron esos que me sentí más poeta que pintor, más amante que humano y la estrella más lejana de todo tu universo.
Todo objeto cualquiera bastaba para que la ingeniosa memoria te situara en alguna parte de mi vida, real o ficticia. Si no era el pasado, fue el futuro que no fue. Cada paso aprendió a seguirte hacia ninguna parte y la obsesión se convirtió en mi estilo de vida.
Un día, sin intención de ponerle adjetivo, como de costumbre te seguía escribiendo. Invadida la conciencia de esta sarna maldita, - amor-, el sueño me procuró y te llame una vez más, deseo. Voltee la hoja donde escribía y la agite con fuerza por si salías. Nada pasó y seguí escribiendo. Examine el papel hasta dejar recargada mi nariz sobre el ocaso de un amante empedernido. Sin más que hacer, dormí. Aferre mi sueño a las letras para que también ahí pudieras acompañarme y poder decir, que una vez más, pasaste la noche conmigo. Mi codo torpe y mi vano cuerpo, se movieron involuntariamente, derramé la tinta que con tanto recelo mantenía en el frasco. Para guardar alguno de tus secretos, para el día siguiente. La tinta se disolvió con las letras hasta confundir su significado, de ahí, nació una mujer. La madre e hija de todos mis sueños. De senos oníricos, las canciones que nunca existieron, cantaron para ti.
Con el tiempo y la ausencia, dejaste de ser de carne y hueso para cubrir mi cariño en carbón y madera, aún más perfecta que en vida por que en sueños, puedo retenerte. Amiga del mismo mundo.
Ahora escribo con ella y sobre ella, acompañándome en cada letra.

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