lunes, 11 de agosto de 2008

Noche sin Gardel

Sudamos frío, envejecimos, todo pareció desaparecer en veinte años. Su risa cansada me hizo sospechar que fingía, sin embargo, conservaba la cualidad de reír durante horas.

-¿todavía vas a visitar a tu madre los domingos?-

-mi madre esta muerta-

-…y ahora ¿a quien visitas?-

-a mi tía, su hermana menor-

-…ah, bien. ¿Cómo esta?

(Sonrió de lado sin separar los labios, me sentí estupido. Ya no quise preguntar por más gente, no cargaba con el ánimo de recibir malas noticias. Tomó su vaso y lo golpeo dos veces en la mesa. Sujete la botella de whisky y le serví)

-¿Cómo esta tu hígado?-

-Mejor que tú, viejo-

-Solo soy dos años mayor que tú. ¿Qué tal el corazón?-

-¿Vas a estar de preguntón toda la noche?

-Bueno, hace tanto que no nos veíamos que quería ponerme al corriente-

-Han pasado veinte años y no tengo nada que decirte-

(Agache la cabeza, era cierto. Yo tampoco a ella)

-Solo hay una cosa que me tiene intrigada-

-¿Si?... ¿Que es?-

-No entiendo como es posible que después de tanto tiempo, sigas comprando la misma barata botella que cuando nos conocimos.

-No me ha ido bien-

-Lo sé, se nota-

Mire mi ropa y me encogí de hombros. Todavía conservaba ese toque para humillarme.

-¿Y tu?

-No me quejo. Un día me vi al espejo y caí en cuenta de que ya nada podía hacer por mí.

-¿Te rendiste?

(Volvió a golpear la mesa con el vaso)

-Sírveme otro, no quiero pasar toda la noche platicando-

-¿quieres tener sexo?-

(Musite tímidamente)

-No me digas que todavía puedes-

(Contestó burlona)

-No lo sé, hace mucho que no lo intento-

-Ja, ja. Ya recuerdo porque me divertías tanto-

-¿Recuerdas cuando bailábamos?-

(Me puse de pie y le brinde mi mano)

-No me digas que el alcohol, te pone nostálgico-

-Solo en noches como esta-

(Fui rechazado violentamente de un zarpaso)

-¡Viejo estupido! Sigues siendo el mismo enamoradizo estupido, igual que cuando te conocí-

-No tienes porque quedarte-

(Me voltee ofendido)

-Lo sé, nunca tuve y siempre lo hice. ¡Vamos, panzón! Enséñame esos dos pies izquierdos-

(Su semblante cambio a un carnaval, hasta sus arrugas en los ojos parecían felices. Pude distinguir de nuevo ese brillo en los ojos que compartíamos antes. Me dirigí al tocadiscos y seleccioné aquel afamado acetato de Gardel, que incendio la pista durante tantas noches. Mi corazón agitado, me llevo a esos momentos donde mis relucientes mocasines bailaban al compás de sus deseos.

El tocadiscos no funciono, hace años que no lo usaba. Su empolvamiento y la aguja oxidada, daba indicios de que jamás volvería a cantar. El encorbamiento de mi espalda me delato y al fin, ella lo supo. Estalló en su fatua ira acostumbrada)

-Tu cacharro se encuentra en el mismo estado que tú. Siempre la cagas-

-¿Pero que palabras son esas?

-¡Hijo de puta! Todavía de que me arruinas la noche, me alzas el meñique-

-Sosiégate, Miranda. Si quieres te la tarareo-

-…Tarareo, tarareo… ¡tararéate esta!

-¡Dios mió! Parece que acabas de salir del reclusorio-

-¡Pendejo! La unica cárcel que pisé, fui el tiempo que pase contigo-

-Mira, Miranda, no te tienes que ponerte así-

(Aventó el vaso que la había puesto tan descontrolada. Su ebriedad le debilito el tino y sólo alcanzo a rozarme la oreja. Menos mal que el vaso era de plástico, me hubiera molestado mucho si se hubiera roto)

-¡Ijó, pero que dramática!-

-Y hablando de tu hijo… ¿Cómo esta?-

(Tomó el vaso que recientemente había tirado, se sentó apaciguada en la mesa y volvió a golpearla con el vaso. Le serví un poco consternado y confundido, algún día creí poderme acostumbrar a sus cambios de animo. Ese día comprendí que moriría sin entenderla)

-…bien, bien. Se casó-

-¿Tiene hijos?-

-Se casó con un hombre-

-Lo ves…te dije que no era normal que le gustara tanto Gloria Gaynor-

(Reí)

-Ahora trabaja imitándola en un bar de mala muerte-

(Nos carcajeamos juntos por un rato)

-¿Se cambio de sexo?-

(Se acerco a mí como si fuera mi cómplice)

-No sé, no me he atrevido a preguntar-

-Bueno ¿Es feliz?-

-No lo sé, hace años que no lo veo-

-Nunca le pusiste mucha atención a ese niño-

-¿Cuál hubiera sido la diferencia?-

(Callamos pensativos. Que difícil cargar con una torpeza tan arcaica. Saberse pusilánime)

-No creo que sea mi culpa que saliera maricón-

-Nunca de nadie lo es, esas cosas pasan-

-Supongo…pero siempre me pasan a mí-

-No, le ocurrió a tu hijo. Tampoco para él a de ser fácil-

-Tienes razón, ha de ser un reto bailar en tacones-

(Golpeo mi espalda como si fuéramos viejos compañeros de cantina. En cierta forma, lo éramos. Agarro su vaso y estuvo a punto de golpear la mesa con el)

-No lo hagas, solo tienes que pedirlo-

-Ahora criticas mis modos-

-Siempre lo he hecho, vas a rayar la mesa-

-No seas ridículo, esta mesa está mas arruinada que tú y eso ya es decir-

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