lunes, 3 de noviembre de 2008

El ultimo vagón

Las mañanas son el momento mas desapercibido del día, parece que hasta el sol se opone a salir. Miras la cara de la gente que recorre las calles, ellos aún no están ahí; siguen en su casa y la cama, el mueble mas apreciado del mundo. Un par de pies se dirigen a su trabajo, la escuela, etc…ha de ser importante para levantarse a esa hora.

Yo, sin embargo, además de mi plena oposición a la luz del día, he encontrado una manera de volver mi recorrido mas ameno. Uso el metro a diario, es mi pequeño escondite matutino. El ultimo vagón del metro te ofrece salir del closet para entrar en él. Hombres de pantalones ajustados, orgullos pectorales en sus camisas, zapatos afilados y cuidadosamente lustrados, peinados relamidos abundando en este espacio lujurioso.

Entro con la seguridad de ser bien parecido, miro sin discreción a calificar la oferta del día. Hoy estamos de suerte, pienso mientras le sonrío a un muchacho moreno más alto que yo. Los mas feos me ven con envidia, los mas viejos con remembranza y nostalgia; mi actitud altiva los enloquece, ellos lo saben soy una diva.

“Latin lover” se acerca a mí para presumir su dentadura, nada mal para alguien que no carga con unos pantalones que cuesten más de quinientos. Un asiento se desocupa y con toda la elegancia posible, elimino a la competencia para poseer el lugar. Él se recarga en el tubo alzando sus suculentos brazos, la camisa se sube un poco al estirarse y puedo ver su abdomen. Me dan ganas de tallarlo con fuerza, de solo pensarlo se me escapa la risa. Hace muecas para responder mi reacción y empuja discretamente su cadera hacia mi cara. Mi boca comienza a salivar al clavar la vista en la zona de su zipper. Imagine su tamaño y color, lo succionaría de una sola bocanada. Las loquitas nos observan, todos conocemos este juego –hey, ¿no eras tú quien me la mamaba el otro día?-

Me mira lascivo, él también desea el contenido de mi entre pierna. Imagino sus largas pestañas jugueteando en mis oídos, no conozco su voz pero intuyo por su aspecto que ha de ser masculina. Muerdo mis labios, quiero sentir la presión su miembro golpeando una y otra vez con violencia mis adentros. Déjame rasgar tu espalda y mostrarte lo mala que puedo ser. Él estúpido no deja de coquetear conmigo y por otra parte, no se ve nada decidido a tomar la iniciativa. ¿crees que estaré aquí por siempre? Faltan dos estaciones para llegar a Insurgentes, donde la mayoría de la mariconería desembarca ¿te iras con ellos y me dejaras aquí tan sola? Con una mirada de desdeño lo deje intimidado, se fue alejando lentamente hacia la puerta como si lo acabara de regañar su madre. Seguro todavía vives con ella, maricón. Llegamos a Insurgentes…¡All abord! Los niños bajan, las niñas entran, él se retira hasta confundirse con el tumulto de perras que lamentan el estado de su manicure. –Suspiró- esperaré mi camino de regreso para ver que encuentro. Sería bueno que por fin en uno de estos viajes alguien me encame.

Mientras tanto, seguiré tomando el ultimo vagón para disipar las lagañas.

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